martes, 9 de marzo de 2010

Rutina

Rutina: Costumbre invertebrada, hábito adquirido de hacer las cosas sin pensarlas.

¿Te has preguntado alguna vez qué pasaría si de repente, de un día para otro, tu mente se desconectara de la rutina diaria?

Eran las 9:05. Ya había desayunado y tenía la bolsa preparada. Comprobé que dentro estuviera toda la equipación. En efecto así era. Salí de casa, como todos los sábados por la mañana desde hacía más de un año, con ganas de jugar el partido de fútbol de cada semana en el Esportiu Rocafort. Los resultados no eran buenos pero la ilusión seguía siendo la de siempre.

El partido estaba previsto para las 9:45, por lo tanto iba bien de tiempo. Cogí el bus número 56 en la carretera de Sants, era el que más me gustaba de los tres que me llevaban a mi destino porque solía ir vacío y podía sentarme a leer durante el camino. Esta vez no fue así, en el bus había más gente que ningún otro sábado por la mañana a esa misma hora, lo cual me extrañó mucho. Vi bastantes niños con mochilas acompañados por sus padres, como si fueran a la escuela, pero pensé que irían a alguna excursión de fin de semana.

Bajé del bus unos quince minutos después, extrañado nuevamente por la gran actividad que observé en la calle a esas horas de la mañana de un sábado. Pasaba todos los sábados por allí y nunca había visto tanta gente. No sabía por qué motivo era un día especial. A las 9:28 hice mi aparición en el Esportiu Rocafort. En la puerta estaban esperando Enric Gras, con Desi, y Toni. Saludé a Toni y a Desi, pero Enric estaba un poco apartado hablando por el teléfono móvil. Oí que llevaba una conversación algo elevada de tono, lo que me hizo pensar que algo pasaba ya que Enric siempre había tenido un carácter muy tranquilo.

-Desi, ¿qué le pasa? –pregunté a la novia de Enric.

-No lo sé exactamente, ha recibido ya un par de llamadas, pero tampoco me he explicado quién era.

Enric terminó la conversación telefónica y se acercó hacia mí.

-Qué pasa, Mario.–me saludó junto a un apretón de manos

-Buenas, Enric. ¿Una llamada inoportuna? –le pregunté.

-Nada, unos del curro, que me quieren tomar un poco el pelo.

En ese momento llegaron Marc y Enric Canós. Nos saludamos y propuse entrar en el centro, ya que quedaba poco para la hora prevista de inicio del partido, aunque con los retrasos de otros encuentros siempre se demoraba el comienzo varios minutos. Nadie me respondió pero Marc empezó a hablar.

-¿A que no sabéis qué me ha pasado? Me ha llamado mi jefe hace unos diez minutos, mientras venía hacia aquí, y me ha preguntado por qué no estaba en el trabajo.

-¡¿Cómo?! –dijo Enric Gras con cara de sorpresa mayúscula.

-La verdad es que mi jefe es bastante cachondo -siguió explicando Marc-, y como le conozco bien le he seguido la broma diciéndole que me había dormido y que ya estaba de camino.

-Tío -dijo Enric Gras-, a mí me ha pasado lo mismo. He recibido tres llamadas de compañeros de trabajo preguntándome dónde estaba y porqué no había ido a trabajar. Cuando me ha llamado el tercero ya le he dicho que acabasen con la broma.

-Qué coincidencia, ¿no? –comentó Toni.

-Se han debido de poner de acuerdo en nuestros trabajos para hacernos la misma broma, no quieren que hoy juguemos – dijo Marc. Reímos todos.

A continuación volví a mi propuesta de entrar, los que faltaban, Miguel Ángel y Raúl, ya vendrían directamente al vestuario. Jose y Jordi eran las únicas ausencias confirmadas para el partido, con lo cual no se les esperaba. Esta vez la propuesta se aceptó y descendimos a la planta baja del gimnasio donde se encontraban los responsables de la organización del partido y los vestuarios. Allí, como cada sábado por la mañana, debían darnos la llave del vestuario e indicarnos en qué pista nos tocaba jugar. Me sorprendió comprobar que detrás del mostrador no había nadie.

-¿Dónde está la gente? –preguntó Enric Canós sin esperanza de recibir respuesta alguna ya que ninguno de nosotros la sabía.

Se me ocurrió ir a mirar por el cristal de las puertas que dan a una de las pistas del centro para ver si los organizadores, que debían estar detrás del mostrador, se encontraban mirando el partido anterior al nuestro. Pero en esa pista no había nadie, ni siquiera el encuentro habitual de las 9 de la mañana. Empezaba a ser todo demasiado extraño. Toni se acercó a mi posición para comprobar el insólito hecho, y me dijo que deberíamos bajar una planta más abajo, donde se encontraba la recepción del gimnasio, y allí podríamos preguntar. Así lo hicimos.

Toni y yo bajamos por las escaleras hasta el piso de abajo, había dos mujeres en la recepción del gimnasio. Nos acercamos a ellas y preguntamos dónde estaban los organizadores de la liga de fútbol sala.

-Hoy no hay liga hasta la tarde –dijo una de las mujeres.

-No puede ser -repuso Toni-, todos los sábados por la mañana hay liga.

Las dos mujeres cruzaron una mirada de sorpresa, y a continuación, fijando su vista en Toni, la primera recepcionista volvió a hablar.

-Disculpa, pero hoy es lunes.

Nuestras mentes empezaron a atar cabos, eran demasiadas coincidencias, por eso la respuesta de la mujer no nos sonó a broma alguna. Toni y yo nos miramos incrédulos pero a la vez asustados. No podía ser cierta la información que había entrado por nuestros oídos. Sin tan siquiera decir nada más, ambos nos giramos y subimos por las escaleras. En el piso de arriba estaban el resto esperando nuestra averiguación. Todos nos estaban mirando y vieron nuestra cara. Miré a Toni y lo noté algo pálido. Mi mente todavía no podía asimilar lo que estaba sucediendo, aunque tampoco sabía muy bien qué era.

-Dicen que no hay liga por la mañana… porque hoy es lunes –les comuniqué a todos.

-Anda ya -dijo Enric Canós.

La cara de incredulidad reflejada en ellos era la misma que había visto en Toni segundos antes en el mostrador de abajo. Nadie nos tomó a broma porque vieron nuestra atónita expresión. En circunstancias normales lo habrían hecho, pero todos sabían que algo extraño estaba pasando. Las llamadas de los trabajos a Enric Gras y a Marc, la ausencia de gente y partidos en ese centro y la inusual actividad por las calles en un sábado por la mañana cobraban sentido con aquella explicación. Pero nuestras mentes no lo podían comprender.

Quería de alguna manera saber realmente en qué día estábamos. Se me ocurrió mirar el móvil, allí hay un calendario que te indica el día del mes y de la semana en el que estás, el cual solía consultar cuando no tenía claro en qué fecha me encontraba. Lo saqué del bolsillo, abrí la tapa, y me dirigí al menú donde estaba el calendario, allí indicaba que hoy era 6 de abril… lunes, 6 de abril.

Mil preguntas me vinieron a la mente, ¿cómo podía ser lunes si todos los del equipo habíamos hecho lo mismo que cada sábado? Podía entender que uno tuviera un despiste muy importante, de esos que pasan una o dos veces en la vida, pero que nos pasara lo mismo a tanta gente a la vez resultaba increíble. Mi corazón empezó a latir de manera desbocada.

Después de confirmar en mi teléfono el día de la semana, lo comenté con los demás, hicieron la misma comprobación con el mismo resultado en todos los casos.

En ese momento el estado de shock en todos nosotros se hizo evidente. Nunca en toda mi vida había vivido situación similar, nunca en mi vida había visto en vivo las expresiones que se reflejaban en los rostros de mis amigos, mezcla de susto e incomprensión total.

Enric Canós fue el único que no pudo comprobar el día que era en su celular ya que se le había acabado la batería. Enric se dio cuenta de que, si realmente era lunes, le habrían llamado también desde su trabajo para conocer su paradero, pero no podrían hacerlo si no tenía el móvil encendido.

-Marc -dijo Enric Canós-, déjame tu móvil para llamar a mi madre. Si es lunes me habrán telefoneado a casa desde el hospital para saber por qué no he ido. Será la prueba definitiva.

Mientras tanto me di cuenta de que todavía no habían aparecido por allí no Miguel Ángel ni Raúl. Llamé a Miguel Ángel para saber donde estaba.

-Hola, Miguel Ángel –le saludé en cuanto descolgó el teléfono.

-Tío -respondió él-, no te vas a creer lo que me ha pasado. Me he levantado convencido que hoy era sábado y estaba a punto de ir al Rocafort cuando me ha sonado el teléfono. Era el jefe indicándome que me fuera directamente a un cliente sin pasar por la oficina. Si no llega a ser por esa llamada ahora estaría en el Esportiu Rocafort, ¿te puedes creer que ida de olla?

Miguel Ángel rió. Tras escuchar que no había respuesta alguna, ni risas por mi parte, se extrañó.

-¿Mario? ¿Mario? ¿Sigues ahí?

-Miguel Ángel -finalmente respondí-, yo estoy ahora mismo en el Esportiu Rocafort, junto con Enric Gras, Desi, Marc, Toni y Enric Canós. No sé exactamente qué es lo que está pasando.

Hubo un nuevo silencio, esta vez por su parte, antes de que contestara.

-No puede ser -Pese a la incredulidad de los hechos y a sus palabras su voz se heló de tal manera que sabía que lo que le explicaba era cierto-.

-Te aseguro que es verdad –le dije aún sabiendo que me había creído.

-Pensaba que lo de esta mañana había sido un despiste mío, pero estaba tan convencido de que era sábado que casi no me podía creer la llamada del jefe. No entiendo nada.

-Yo tampoco. Estoy alucinando –aunque en realidad, más que alucinado, estaba en estado de shock, igual que los demás.

-¿Has dicho que Desi está ahí? –dijo Miguel Ángel.

-Sí, aquí está –le contesté.

-Entonces voy a llamar a Laura no sea que también forme parte de este extraño fenómeno.

Miguel Ángel se despidió y colgó. Tras haberlo llamado fenómeno me vino otra palabra a la cabeza: paranormal.

Justo al terminar mi conversación con Miguel Ángel, terminó también la suya con su madre Enric Canós. Nos explicó que, efectivamente, le habían llamado desde el trabajo a su casa para preguntar por qué no había ido, y que su madre tampoco comprendía que no hubiera ido a trabajar siendo lunes. Yo les expliqué a todos lo que Miguel Ángel me había contado, y caí en que a mí no me habían llamado porque el teléfono de la empresa nunca lo tenía encendido en fin de semana.

-¿Y Raúl? –dijo Marc.

Raúl solía llegar tarde a los partidos, pero ya tendría que haber aparecido por allí. Cogí nuevamente el teléfono para conocer su paradero. A los seis tonos descolgó.

-Hola, Mario. -dijo con voz algo ronca- ¿qué quieres?

-¿Dónde estás? –le dije.

-En casa, durmiendo –contestó él. Raúl trabajaba por la noche todos los días menos los lunes y los martes, si para él era lunes tenía sentido que estuviera durmiendo.

-¿No te has levantado para el partido? –pregunté.

-¿Partido?, ¿qué partido? ¿Pero qué dices?, si hoy es lunes –respondió Raúl.

-No me hagas ni caso. Sigue durmiendo y disculpa las molestias.

Nada más colgar observé que todos estaban pendientes de mi llamada a Raúl. Pese a saber que era lunes y había que trabajar nadie se había movido de allí, como si ninguno de nosotros pudiera aceptar lo que en realidad estaba pasando. Les conté a todos que a Raúl no le había afectado el extraño “fenómeno”.

A continuación, y por primera vez hasta el momento, empezamos a hablar entre nosotros de lo ocurrido.

-¿Qué coño nos ha pasado? –preguntó Toni.

-Es increíble que a casi todos los del equipo nos haya sucedido exactamente lo mismo –dije.

-¿Porqué a Raúl no le ha pasado? –se cuestionó Desi.

-Vamos a ver -dijo Marc-, ¿alguien recuerda qué día fue ayer?

Ninguno de nosotros recordaba nada, tan solo que en nuestras mentes el día anterior era viernes.

-Bueno -Enric Gras interrumpió la conversación-, como por lo visto hoy es lunes yo me tengo que ir a trabajar, ya tendremos tiempo de discutir qué nos ha pasado.

Todos aceptamos tal hecho y salimos de allí tan rápido como nos fue posible. Ya en la calle nos despedimos y cada uno se fue por su lado directos a nuestras respectivas faenas. Yo fui primero a casa a dejar la bolsa deportiva, previa llamada a mi empresa para explicarles que iba de camino. Me inventé la excusa que había tenido que ir al médico temprano y se me hizo tarde, ya que sentía que no creerían lo que nos había pasado.

Una vez me senté en el autobús de vuelta, me tranquilicé algo más. Los últimos minutos habían sido demasiado surrealistas, como nunca en mi vida. Tuve tiempo para pensar. Intenté hacer memoria del día anterior. Poco a poco me venían a la mente vagas imágenes y conversaciones. Cuanto más me relajaba más cosas me venían a la cabeza. Recordé que la tarde anterior habíamos quedado todos los del equipo en un bar al que solíamos ir. Recordé que alguno de nosotros había dicho una frase que había imperado en el ambiente, y por la que había transcurrido la conversación de toda la tarde: “Ojalá mañana fuera sábado”. Recordé que los domingos por la tarde Raúl está trabajando.

3 comentarios:

  1. Hacia tiempo que no lo leía pero me ha gustado tanto como la primera vez que lo leí. Da que pensar. Abrazos

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  2. Ameno y muy original. Lo he pasado bien leyéndolo.

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